Beyoncé, ‘Cowboy Carter’ y el dilema del nation

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Con el lanzamiento de Cowboy Carter, el octavo álbum de Beyoncé, en el que explora —y pone a prueba— los límites de la música nation, gran parte de la conversación inicial se ha centrado en saber si la industria de la música nation le dará su apoyo. Beyoncé es una de las estrellas del pop con mayor éxito comercial y creatividad del siglo XXI, por lo que su llegada debería ser recibida con bombos y platillos, ¿no?

Pues, ni tanto.

En lugar de ser agasajada con una fiesta de bienvenida, Beyoncé fue recibida con indiferencia. “Texas Maintain ‘Em”, uno de los dos sencillos que ha lanzado como adelanto del álbum, es una combinación inteligente de lo viejo y lo nuevo. Muestra familiaridad con los principios sonoros del nation de antaño, al tiempo que mantiene la contagiosidad del pop precise. Sin embargo, ha recibido una atención extremadamente modesta en las radios nation. Beyoncé es mujer y negra, dos grupos que la ciudad contemporánea de Nashville, Tennessee, ha marginado y menospreciado de manera sistemática. Y ningún tipo de fama parece poder contrarrestar esto.

La widespread música nation contemporánea se siente a menudo como un bucle cerrado de narración de hombres blancos. Por eso, que Beyoncé y Nashville puedan o no encontrar una causa común es, en todos los sentidos, una pista falsa. Ninguno de los dos está especialmente interesado en el otro: el negocio tradicional de la música nation acepta cierto tipo de forasteros, pero no está preparado para acoger a una estrella negra de la talla de Beyoncé, quien se centra en el nation como arte, inspiración y juguete sociopolítico, no como industria. El rechazo es mutuo.

Hace poco, Beyoncé lo explicó claramente en Instagram: “Este no es un álbum nation. Este es un álbum de Beyoncé”. Fue una declaración que le negaba de antemano a la industria de la música nation la oportunidad de reivindicar su trabajo, al tiempo que indicaba que había encontrado una vía creativa para sortear los confines del género.

Esto es lo más cerca que ha estado el nation de aprovechar la expectativa del racismo y la exclusión del género como medio de promoción. Beyoncé, en cambio, lo convirtió en algo private, añadiendo que su exploración de estos temas musicales “nació de una experiencia que tuve hace años en la que no me sentí bienvenida… y estaba muy claro que no lo period”. Esto es quizá una referencia a su aparición en los Premios de la Asociación de Música Nation en 2016, cuando interpretó su canción “Daddy Classes” junto a The Dixie Chicks (ahora The Chicks), otras artistas que entienden íntimamente la experiencia de ser mantenidas al margen por la oligarquía de Nashville.

No es que el nation no sea ágil y permeable cuando quiere serlo. A menudo, el nation deja espacio para que los intérpretes blancos adopten y abandonen los atributos del género: por ejemplo, Taylor Swift puede entrar y salir a voluntad o Zach Bryan ha sido adoptado, en cierto modo, por Nashville, aunque ha evitado identificarse como tal. O pensemos en Jelly Roll, el cantante con la cara tatuada, la mayor estrella emergente del nation del año pasado, que había pasado la mayor parte de las dos décadas anteriores como un rapero blanco con lenguaje agresivo.

En las últimas semanas, Submit Malone ha dejado caer pistas sobre su próximo giro hacia el nation. Ha sido fotografiado junto a Morgan Wallen, así como también junto a Hardy y Ernest, miembros del universo extendido Wallen. Aunque todavía vive bajo la sombra del incidente de 2021 en el que lo grabaron diciendo un insulto racial, Wallen sigue siendo la superestrella reinante del género y su popularidad no se ha visto mermada. Mientras Beyoncé y el firmamento de Nashville se miran con recelo, Submit Malone y el grupo de Wallen se aceptan entre sí, se dan la bienvenida y se refuerzan mutuamente. (La música nation también ha sido una especie de refugio de fácil acceso para estrellas blancas de otros géneros —como Child Rock, Aaron Lewis o Bon Jovi— que buscan extender sus carreras. Incluso Lana Del Rey ha indicado que dedicará algún tiempo al género en su próximo álbum).

Que Beyoncé haga Cowboy Carter no para infiltrarse en el nation, sino como una declaración artística y política, debe ser un alivio para quienes, dentro del género, están interesados en preservar sus normas. (Sin embargo, cabe preguntarse, si una estrella blanca del pop equivalente a Beyoncé hiciera incursiones en el nation —por ejemplo, Woman Gaga o Katy Perry en su mejor momento—, ¿la recepción sería menos fría?).

Pero, desde afuera, el género está siendo puesto a prueba cada vez más. La radio le cede poder a los servicios de emisión en continuo y para los artistas nation que buscan eludir a quienes controlan el acceso al género existen innumerables oportunidades. Eso ha implicado una pequeña bendición para los artistas que no son hombres blancos, que han encontrado a su público de manera más directa, a menudo a través de las redes sociales, y ha hecho que los grandes sellos de música nation se pongan al día.

Ese ha sido el camino de Tanner Adell, quizá la artista nation negra más prometedora en la actualidad, y la que está mejor situada para beneficiarse del interés generado por Beyoncé, gracias a su intuitiva mezcla de nation, R&B y pop. Adell tiene más de 650.000 seguidores en TikTok; 480.000, en Instagram; un don para las frases virales y una sana consideración por los significantes de la música nation, así como una astuta comprensión de cuándo es el momento de alterarlos.

Sin embargo, quizá sea más revelador el reciente éxito viral de la canción “Austin”, de Dasha —una cantante blanca prácticamente desconocida—, una cancioncilla pegajosa y autoconscientemente “nation” que ha impulsado una tendencia de baile en línea en TikTok. ¿Qué canción tiene bastante en común con “Austin”? “Texas Maintain ‘Em”.

Jon Caramanica es crítico de música pop para el Occasions y presentador del pódcast Popcast. También escribe la columna para hombres Crucial Shopper para la sección Kinds. Anteriormente trabajó para la revista Vibe y escribió para Village Voice, Spin, XXL y más. Más de Jon Caramanica



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