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Su pop históricamente estable recombina el teatro musical, canciones de salón, punk, people, electrónica, bandas sonoras, bossa nova, rock industrial y mucho más. Eilish aporta a todas ellas el aplomo de una baladista de época: la capacidad de flotar por encima de ritmos y sacudidas, de tratar al micrófono como a un confidente. Su voz puede ser jadeante e íntima o cínica y sardónica; en momentos muy estratégicos, revela su capacidad para cantar con gran potencia.
El álbum debut de Eilish en 2019, When We All Fall Asleep, The place Do We Go?, trazaba pesadillas góticas, obsesiones adolescentes y traumas persistentes junto con alguna risita ocasional. El segundo, Happier Than Ever, de 2021, reaccionaba directamente a la atención, la conmoción, la explotación, el acoso, el agotamiento y el nuevo poder que le proporcionaba el éxito.
“Skinny” es una actualización en voz baja del superestrellato de Eilish. “¿Ya estoy actuando de acuerdo a mi edad?/ ¿Ya voy de salida?”, canta, junto con reflexiones sobre la forma de su cuerpo, la búsqueda de un amor no tóxico, su sensación de aislamiento y una reacción resignada a las redes sociales: “Web está hambriento del tipo más malvado de diversión / y alguien tiene que alimentarlo”.
Sin embargo, aunque “Skinny” conecta con Happier Than Ever, es una transición, una mirada de despedida cuando Eilish pasa de su situación particular person a su versión de composición de canción pop más normal.
Para una creadora de éxitos artísticamente consciente de sí misma como Eilish, el supuestamente “difícil” tercer álbum exige una redefinición de sí misma, repensar el pasado y desafiar a los followers de siempre. En Hit Me Laborious and Comfortable, Eilish y Finneas amplían aún más su territorio sonoro, deleitándose con la electrónica y las sutilezas afelpadas, mientras se alternan honrando y deformando las estructuras pop. Al mismo tiempo, Eilish asume una tarea más convencional: escribir canciones, sobre todo de amor, que no tengan que girar en torno a ella.
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